viernes, 27 de octubre de 2017

Oda a las plantas: sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal.

 "La planta es el eslabón que une la Tierra con el Sol".  Kliment Timiriázev, botánico ruso.


¿Son las plantas seres inteligentes que resuelven problemas y se comunican con otras plantas y animales? Esta es la pregunta que intenta responder el libro "Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal" de Stefano Mancuso y Alessandra Viola.
 
Nuestra relación con las plantas es de dependencia absoluta. Si mañana desaparecieran de la Tierra, la vida humana duraría unas pocas semanas. Si por el contrario fuésemos nosotros quienes desapareciésemos, las plantas volverían a apropiarse de todo el territorio que les hemos arrebatado, y en poco más de un siglo, todos los signos de nuestra milenaria civilización quedarían cubiertos de verde. El reino vegetal representa el 99,5% de la biomasa del planeta. Es decir, que del cien por cien del peso de todos los seres vivos de la Tierra, entre un 99,5 y un 99,9 por ciento corresponde a las plantas. El ámbito alimentario es sólo el primer eslabon de nuestra dependencia con las plantas. Otro es el oxígeno, la absorción del dióxido de carbono y sustancias contaminantes y la moderación del clima.

Casi todo lo que el ser humano ha usado como fuente de energía desde el principio de los tiempos proviene de ella. Los combustibles fósiles (carbón, hidrocarburos, aceites, gas, etc.) no son más que la acumulación subterránea de energía solar que, a lo largo de varios periodos geológicos, los organismos vegetales han introducido directamente en la biosfera mediante la fotosíntesis. El milagroso proceso que transforma los rayos luminosos y el dióxido de carbono presente en la atmósfera en moléculas de alto contenido energético. Por eso, nuestra dependencia con el reino vegetal incluye, además del aire y la comida, la energía. Otro más es la medicina: casi todos los fármacos se obtienen a partir de moléculas producidas por las plantas o sintetizadas por el ser humano mediante la imitación de la química vegetal.
 
Las primeras células vivientes capaces de realizar la fotosíntesis aparecieron en el planeta hace más de 3500 millones de años, mientras que el primer Homo Sapiens no apareció hasta hace 200.000 años. Hace unos quinientos millones de años se produjo la diferenciación entre plantas y animales. 

Simplificándolo, las plantas optaron por un estilo de vida sedentario, y los animales por uno nómada. de maneras muy diferentes.
Las plantas se encontraron en la necesidad de obtener tierra, aire y sol para vivir. Son autótrofas, es decir, autosuficientes, no dependen de otros animales para su supervivencia. Los animales, en cambio, tuvimos que alimentarnos por fuerza de otros animales o plantas, desarrollando múltiples formas de locomoción (carrera, vuelo, nado). Somos heterótrofos, no somos autosuficientes. El reino vegetal y el animal hemos optado por defendernos, alimentarnos y reproducirnos

Las plantas tienen el cuerpo construído a partir de una estructura modular, es decir, todas sus partes son importantes pero ninguna es del todo indispensable. Esto significa que para las plantas, que se las coman no significa un gran problema, ya que no han reducido agrupar sus capacidades vitales en sólo unas pocas zonas neurálgicas. Algunas plantas pueden ser depredadas hasta un 90 o 95% y después volver a crecer de manera normal a partir del núcleo de supervivencia. Los animales no podemos decir lo mismo, de hecho, todas nuestras funciones vitales importantes se concentran en unos pocos órganos (cerebro, pulmones, estómago...) y hemos basado nuestras estrategias defensivas en el movimiento. Las plantas son capaces de respirar sin tener pulmones, alimentarse sin tener boca o estómago, se mantienen erguidas sin esqueleto e incluso "toman decisiones" sin tener cerebro. Carecen de ojos pero son capaces de interceptar la luz, usarla y reconocer tanto su cantidad como su calidad para crecer hacia ella: es el llamado "fototropismo". Así mismo, oyen sin tener oídos, y se llama "fonotropismo". Las raíces oyen y distinguen las frecuencias de sonido, y según las vibraciones, deciden acercarse o alejarse.

Y no sólo disponen de estos sentidos. También pueden medir con precisión la humedad de un terreno e identificar fuentes de agua. Detectan la gravedad y son capaces de reconocer y medir un inmenso número de elementos químicos presentes en el aire o en la tierra. Las raíces son capaces de detectar los nutrientes para acercarse a ellos y los compuestos peligrosos para alejarse de ellos.
 
Cuando una planta sufre una extirpación, generalmente no sólo sobrevive, sino que incluso sale beneficiada, como el ejemplo vigorizador de las podas. Los seres humanos nos definimos como "individuos", del latín "in" (que en este caso significa no) y "dividuus" (divisible). Somos indivisibles. Las plantas se pueden dividir y cada una de sus partes sobrevive de forma autónoma. No son individuos, un árbol se parece mucho más a una colonia de abejas o de hormigas que a un animal tomado por separado. Uniendo sus partes desarrollan una inteligencia colectiva muy superior a las de las partes individuales que las constituyen. Las raíces crecen coordinadamente para una exploración óptima del suelo sin necesidad de tener cerebro que las dirija. Son los comportamiento "emergentes" que se dan también en otras especies, como en los enjambres o como cuando los seres humanos nos agrupamos. Un ejemplo clásico es el de miles de personas que aplauden en un teatro: éste empieza siendo asincrónico, pero a los pocos segundos tiende a sincronizarse hasta producir un sonido armónico. Como cuando disponemos de la capacidad de caminar por aceras muy concurridas sin pisarnos, las plantas disponen de estas dinámicas en una misma unidad, entre sus distintas raíces, porque cada planta es un enjambre. 

Esta comunicación dentro de una misma planta no ocurre sólo con las raíces. La llamada "timidez de las copas" consiste en que ciertos árboles tienden a evitar que las copas se toquen aunque crezcan muy cerca las unas de las otras, pactando el territorio. Por ejemplo, el pinar. Las plantas interactúan entre sí a muchos niveles, y hay especies que manifiestan una personalidad menos competitiva y entrelazan sus copas con libertad. Hay plantas que son capaces de reconocer a sus parientes y se muestran con ellas más amistosas que con los extraños. Nada extraño si se piensa que en la naturaleza, uno de los principales objetivos de la vida es la defensa del patrimonio genético. Además, una planta debe preservar su territorio invirtiendo muchos de sus recursos en la parte subterránea, ocupando el suelo con un gran número de raíces. A esta zona se le llama "rizosfera" ("rhíza" es raíz, "sphaira" es esfera). Si las plantas forman parte de un mismo clan, no hay necesidad de competir y pueden reducir sus raíces en beneficio de la parte aérea. 

Las simbiosis son básicas para todas las formas de vida, incluída la nuestra, y para las plantas no es menos: es la comunicación y reconocimiento con las azotobacterias, con otras plantas e incluso con los animales. Para la reproducción, utilizan insectos, aves e incluso murciélagos como polinizadores, que son fieles durante todo el día a la primera especie que visitan por la mañana. Y para su defensa, también. Por ejemplo, el maíz, una especie de gramínea que muchas veces se ve atacado por un insecto que coloca sus larvas cerca de sus raíces (diabrotica virgifera). Las variedades antiguas de maíz europeo y selvático eran capaces de defenderse de este insecto, produciendo una sustancia llamada "cariofilina" para atraer a unos gusanos (nematodos) que devoraban las larvas. Pero los seres humanos, a través de un proceso de selección para obtener grandes producciones y de gran tamaño, hemos elegido variedades que no eran capaces de defenderse. Así pues, hemos tenido que recurrir a la ingenieria genética para devolverle al maíz esta característica innata y su antigua capacidad de defensa. Es decir, una planta transgénica.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, la productividad de las plantas y los terrenos ha aumentado de manera constante gracias a la "revolución verde" de los años sesenta. Hoy en día, el rendimiento de las plantas ha interrumpido su tendencia positiva por primera vez en sesenta años. Los terrenos cultivables disminuyen a causa del cambio climático, y la población mundial no deja de crecer. Mientras, cuando pensamos en las plantas, pensamos en inmovilidad e insensibilidad. 

Pero ellas son las mediadoras entre el sol y el mundo animal, el centro energético de nuestro sistema. 

Y son activas, adaptables, y poseedores de un modo de vida del todo independiente de los seres humanos.


martes, 10 de octubre de 2017

Microcréditos: la trampa de la deuda

"No basta con proporcionar cañas a la gente para pescar pececillos en un océano, si dicho océano es una masa de agua salvaje embestida de mareas macroeconómicas caprichosas y especulativas sin límites, que estimula la precariedad de los trabajadores."  

Denuncia Carlos Gómez Gil en su libro "El colapso de los microcréditos en la cooperación al desarrollo". Durante décadas, los microcréditos se han presentado como uno de los dogmas más exitosos en la lucha contra la pobreza, y sin embargo, representan uno de los mayores fracasos en las políticas de cooperación al desarrollo. Gómez Gil explica que:
  "Al contrario del imaginario de que los que reciben estos créditos pasan a ser "emprendedores" que escapan de su miseria para ser microempresarios, en realidad, estas pequeñas cuantías se dirigen a menudo a hacer frente a los gastos básicos de subsistencia. Las microfinanzas y microcréditos se dirigen a personas pobres o extremadamente pobres que no pueden acceder a las instituciones y recursos financieros habituales. En su vida, están en juego lo más básico como la alimentación o la seguridad.

  Además, estas instituciones de microfinanzas también han desarrollado sus propios avales, exigencias, garantías y procedimientos para asegurar el cobro de sus préstamos, a menudo mucho más rígidas que las que se aplican en las bancas tradicionales: seguros post mortem, la utilización de sicarios, o la decomisión de chabolas donde viven.

  Fue Muhammad Yunnus, un economista de Bangladés formado en la India y EEUU, quien decidió promover un modelo de pequeños préstamos a su regreso del país, creando el Grameen Bank en 1983. "Nuestros hijos tendrán que ir a un museo de la pobreza para saber lo que significó", llegó a decir años más tarde, y también que "los microcréditos enseñan a los bancos que los pobres pueden ser más rentables".
Yunus, que llegó a ser nobel de la paz de 2006, preparó su candidatura a la Presidencia de Bangladés con el fin de "eliminar la cultura de la corrupción" mientras  prestaba dinero a una tasa de interés de hasta el 30% y transfería fondos a empresas en paraísos fiscales.
 
    Así se extendió este movimiento mediante el endeudamiento masivo de los cientos de millones de pobres en todo el mundo. Un procedimiento que aseguraba que los pobres lo serían por decisión propia al no querer endeudarse, que quien mantiene su situación de exclusión es porque así lo decide y no se endeuda. Además, de esta manera, la pobreza deja de ser responsabilidad o consecuencia de las políticas de los Estados, de las transnacionales, o de múltiples procesos de acumulación y políticas fiscales o sociales. La pobreza es única y exclusivamente una responsabilidad personal e individual.
 
    Por otro lado, esta intitución financiera cimentó el mito de que los pobres y excluídos, por serlo, son siempre dignos de confianza y disponen de una conducta y moral recta y honesta, por lo que siempre harían frente de manera escrupulosa al pago de sus deudas. Un patrimonio moral que, en cambio, no se les exige a los ricos y acaudalados, quienes acumulan impagos, créditos fallidos, morosidades y desfalcos con toda naturalidad.

Grameen Bank, que en bengalí significa "banco del pueblo" partía de la base de que los microcréditos generarían prosperidad y eliminaría la pobreza. Los solicitantes debían ser un grupo de cinco personas voluntarias, siendo cada una de ellas responsables de la devolución de cada crédito. Inicialmente, se prestaba a dos componentes, y en la medida que éstas hubieran pagado puntualmente sus créditos, otros dos componentes recibían préstamos. Así, hasta que se le concedía al último de los miembros del grupo. La financiación que recibía cada integrante no superaba los 25 dólares que debían ser devueltos en cinco pagos semanales incluyendo intereses. 


Al terminar de pagar el crédito, cada persona se ganaba el derecho de solicitar un nuevo crédito de hasta 100 dólares con un plazo de devolución de hasta 50 semanas. Si esto también se cumplía, se tenía la posibilidad de participar en el capital social del banco. Pero si uno de ellos dejaba de pagar por cualquier motivo o eventualidad, los otros cuatro perdían su capacidad crediticia, lo que creaba una responsabilidad piramidal y colectiva. Un mecanismo comunitario en la que cada miembro se convertía en vigilante activo de los intereses del banco, para asegurar riesgos y socializar la viabilidad de los proyectos solicitados.

    Los desastres naturales en Bangladés, como las graves inundaciones en 1998, hicieron que la población careciera de cualquier capacidad para hacer frente a las deudas contraídas. Pero esto no fue problema para que el banco implantara un nuevo producto financiero, el Seguro de Desgravamen, consistente en que el último día del año, el prestatario tiene la obligación de depositar una pequeña cantidad de dinero en una cuenta de seguro, de manera que si fallecía al año siguiente, todo el crédito se amortizaría en esa cuenta y "su alma descansaría eternamente" saldando sus deudas, según el Grameen Bank.

Otro programa es el de "Miembros en lucha", que tiene como objetivo a la comunidad de indigentes. Cerca de 66.000 personas que practican la mendicidad han participado. Los préstamos no tienen intereses y se conceden a plazos muy largos para cuestiones como comprar una colcha, una mosquitera o un paraguas. Los prestatarios devuelven en torno a cuatro dólares a la semana. Pero lo llamativo es que el Grameen Bank entrega a estos mendigos una placa para que la coloquen después allí donde ejercen la mendicidad, una mendicidad para obtener cosas tan fundamentales y básicas para sobrevivir... y endeudarse por ellas.

    Los sistema de promoción y captación de nuevos clientes son muy semejantes a las técnicas de marketing de multinacionales norteamericanas, como los restaurantes de comida rápida, basadas en una competitividad descarnada que nada tenía que ver con la finalidad social que el banco decía promover entre las comunidades pobres. Si un cliente del banco cumple al cien por cien con sus obligaciones durante siete años consecutivos y ha pagado puntualmente sus créditos, se le otorga el título de "Miembro de oro" como cliente ejemplar, con su foto y nombre destacado en las sucursales de banco para conocimiento de la comunidad. Las mismas sucursales, 2500 en todo el país, pueden lograr el título de "sucursales de cinco estrellas" si recuperan el 100% de los créditos, y obtienen otras rentabilidades financieras. Los trabajadores del banco escalan estrellas poco a poco, exhibiéndose como "empleados del mes".
   
"Calculamos que un 5% de los usuarios de microcréditos salen de la pobreza
cada año", aseguraba Nazrul Chowdhury, el consultor del banco Grameen. Hasta la fecha, en tres decadas de existencia de los microcréditos, no existe un solo estudio que demuestre en un solo país una mejora sustancial en el desarrollo de amplios grupos de la población protagonizada por las microfinanzas. Un buen ejemplo es la aldea de Jobra, donde comenzaron a implantarse los microcréditos en Bangladés como experiencia piloto por el propulsor de los microcréditos Muhammad Yunus. 40 años después, los niveles de pobreza en la aldea son esencialmente los mismos.

    Los niveles de pobreza y subdesarrollo en el mundo no han dejado de crecer, pero es más fácil y barato para los donantes ofrecer créditos que se cobrarán, que incrementar la ayuda al desarrollo con inversiones directa en salud, nutrición, educación y servicios básicos para la población. La pobreza es un problema estructural creada a través de la economía capitalista que obtiene su producción de riqueza, beneficio y acumulación precisamente de la pobreza, miseria y la escasez.

   "La filosofía del microcrédito desarrolla prioritariamente el concepto de dignidad y la propia estima del ser humano, virtudes presentes y altamente valoradas en cualquier tipo de civilización o sociedad" afirmaba la presidenta de honor de la Microcredit Summit Campaign en el año 2010. Pero la dignidad humana no puede medirse en función de los créditos y las deudas que se tienen contraídas, los pobres no dejan de serlo en tanto que son "clientes bancarios" de intercambios económicos impuestos por el mercado de altos intereses de los que no pueden escapar. La dignidad de los pobres se elevará automáticamente cuando dejen de serlo y puedan entonces elegir libremente su destino. Los microcréditos convierten a los pobres en responsables de su propio desarrollo, un darwinismo social bajo el cual aquellos que están en situación más precaria lo están porque no han querido endeudarse y en la creencia de que cualquier persona suficientemente valiente y emprendedora puede salir adelante y prosperar. Pero esto no sirve en una sociedad tan profundamente desigual como la nuestra, en la que el desarrollo básico de las personas no está asegurado por los estados y por la comunidad internacional, que no les garantizan unos mínimos vitales.

La ideología del microcrédito se fundamenta en ofrecer el endeudamiento masivo de la población más vulnerable como la respuesta más acertada para solucionar los problemas de pobreza y subdesarrollo en el mundo, como si los pobres pudiesen gastar indefinidamente más de lo que realmente tienen y así se solucionara sus problemas. En realidad, su ideología consiste en un proceso de extensión de la economía bancaria y financiera entre los sectores más pobres del planeta que han estado excluídas de ella hasta la fecha. Objetivo de un sector financiero que necesita crecer más y aumentar sus beneficios. "Es por el bien de sus cuentas: el 80% de la población mundial no puede acceder a un crédito y, en vez de luchar para conseguir un 1% más de cuota de mercado del 20% del mundo rico, es inteligente considerar que ese otro 80% es un enorme mercado potencial. Los pobres son un mercado rentable" explicó Jacques Attali, presidente de Planet Finance, la mayor organización mundial de microcréditos, en el año 2006 en una entrevista al diario El País.

Mientras los deudores continuaban en su estado de pobreza, las microfinanzas se expandían de manera acelerada.
Y, mientras, aumenta el número de suicidios de personas que no pueden hacer frente a las deudas contraídas, mayoritariamente mujeres acosadas mediante amenazas por los cobradores. "Ellas son mejores pagadoras, se preocupan más por el futuro de sus familias y por la educación de sus hijos" aseguran algunas entidades especializadas en conceder microcréditos a las mujeres. Pero convertirlas en clientes privilegiadas de los microcréditos es ejercer una gran presión moral sobre su espalda, aumentar las responsabilidades que ya tienen sobre su familia e hijos e intensificar las situaciones de abuso.

17.000 suicidios en el año 2009 en toda la India, más de 150.000 suicidios en los últimos 10 años, y no siempre por causas directamente relacionadas con los microcréditos, sino también con otro tipo de deudas contraídas con comerciantes que venden a crédito semillas híbridas, fertilizantes y plaguicidas a agricultoras. Porque la escasez de dinero no es el problema más importante de las trabajadoras rurales pobres, sino también la discriminación, el aumento de precios de los productos, el acceso a la tierra, los mercados saturados, la competencia...

 "Microcréditos" es una producción danesa que cuestiona la microfinanciación. Un documental que provocó la expulsión del premio Nóbel de la Paz Muhammad Yunus, de la institución que fundó. Yunus fue acusado de evasión de impuestos.



El economista José Luis Sampedro contaba siempre que podía una anécdota contada por Salvador de Madariaga en su libro "España", historia que se refiere a los años de la II República, en las vísperas de las elecciones de 1935 en un pueblo de Andalucía.

El señorito, para comprar los votos de los jornaleros desempleados, mandó a uno de sus mayorales a la plaza de la localidad a darles instrucciones para votar al candidato recomendado por el cacique, al mismo tiempo que daba a los que no tenían trabajo uno o dos duros, hasta que se tropezó con uno en concreto, que le tiró las monedas al suelo y le dijo al enviado del señorito: "en mi hambre mando yo".