jueves, 10 de febrero de 2011

Contra el aislamiento de culturas: el diálogo.

Los tasmanos llegaron a Tasmania cuando ésta estaba unida a Australia. Al subir el nivel del mar, aisló a Tasmania de Australia y también a su gente. Los aborígenes australianos sabían hacer fuego y poseían tecnologías como el boomerang, pero los tasmanos no poseían ninguna de estas tecnologías. Esto se debe a que dicho desarrollo tecnológico australiano se dio después del aislamiento de Tasmania. Nunca pudieron compartir tecnologías. El intercambio cultural de Tasmania fue nulo (ni siquiera sabían hacer fuego) hasta el momento en que entró en contacto con los europeos, si a dicho encuentro puede llamársele intercambio cultural. En el momento de la colonización británica, en 1803, había entre 5.000 y 10.000 habitantes autóctonos en Tasmania, la Guerra negra o Genocidio de Tasmania hizo desaparecer a toda la población autóctona.

Respecto a esto, Kapuscinski dice: “El diálogo, pues. Su finalidad no es otra que la comprensión mutua, la cual, a su vez, lleva a un acercamiento mutuo, dos cosas que se consiguen a través del conocimiento. ¿Cuál es la condición previa de todo este proceso, de toda esa ecuación?. Pues no otra que la voluntad de conocer, la disposición a dirigirse al Otro, a ir a su encuentro, a entablar con él una conversación. No obstante, tal cosa resulta harto difícil en la vida diaria. La experiencia humana demuestra que en un primer momento el hombre, por un reflejo, reacciona ante el Otro con desconfianza, recelo, aprensión y a veces incluso con hostilidad. Todos nosotros, miembros del género humano, a lo largo de la historia nos hemos asestado demasiados golpes, nos hemos infligido demasiado dolor, para que las cosas sean de otra manera. De ahí que civilizaciones enteras se distinguieran por su sentimiento de excepcionalidad y su ostracismo frente al Otro. A los no griegos, los griegos les llamaban bárbaros, es decir, seres que emitían balbuceos incomprensibles; y como no había manera de entenderlos, más valía mantenerlos a distancia. A distancia y en inferioridad. Para separarse de los Otros, los romanos levantaban sus limes, grandes redes de fronteras fortificadas. A los que llegaban de ultramar los chinos los llamaban Yang Kui, o sea, monstruos marinos, y también intentaban mantenerlos a raya.

¿Y en nuestra época? ¿Y la arrogancia de unas culturas y religiones frente a otras? ¿¡Y todos esos muros, verjas, vallas y alambradas que hienden todos los continentes!? ¡En qué desafío tan fenomenal se ha convertido el progreso de las últimas décadas en el campo de las comunicaciones!. Por un lado, sin duda nos acerca unos a otros, pero ¿nos acerca de verdad?. Entre dos personas, entre uno y otro Yo, se ha metido un intermediario técnico: la chispa eléctrica, el impulso electrónico, redes y enlaces, el satélite… La palabra hindú Upanishad significaba estar cerca, al alcance de la mano. El Yo se transmitía al Otro no sólo con la palabra sino también con la presencia, la cercanía, la permanencia en un mismo lugar, el trato directo. Nada puede sustituir esta experiencia” (2007:83-84).

Ryszard Kapuscinski (2007), Encuentro con el Otro

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